Le escribí a mujeres de las que ni siquiera conozco su perfume, pero me bastó una sonrisa para adivinar el resto.
Le escribí a Julieta sin que ella lo sepa y sin ser su Romeo.
Le escribí a mí hija y también a su madre, cuando la ilusión le jugaba una pulseada a la realidad.
Le escribo al amor que tuve, al que se me esfumó, al que soñé, al eterno y también al imposible.
Le escribo a la vida, mal o bien, pero con la absoluta libertad de el que escribe sin límites inventados.Rompiendo formas y estructuras gramaticales, pero disfrutando de cada trazo y de cada palabra, como si fuera la primera o la última escrita, dictada a mí oído por la inspiración que cada tanto, se acuerda de mí y me visita.
Le escribí a Julieta sin que ella lo sepa y sin ser su Romeo.
Le escribí a mí hija y también a su madre, cuando la ilusión le jugaba una pulseada a la realidad.
Le escribo al amor que tuve, al que se me esfumó, al que soñé, al eterno y también al imposible.
Le escribo a la vida, mal o bien, pero con la absoluta libertad de el que escribe sin límites inventados.Rompiendo formas y estructuras gramaticales, pero disfrutando de cada trazo y de cada palabra, como si fuera la primera o la última escrita, dictada a mí oído por la inspiración que cada tanto, se acuerda de mí y me visita.
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