Te hiciste un recuerdo difuso, tanto que olvide tu sonrisa y perdí la cuenta de tus pecas.
Te hiciste recuerdo y me hiciste el intervalo de lo que duro un beso en tu vida.
Te amé sin tregua y sin medida, mientras vos me amaste con la medida de tu efímero tiempo.
Adormeci mi sentir porque respirar me dolía y me distraje describiendo miradas que jamás miré.
Y cuando el dolor de no saberte mía dormía, volviste a despertarlo otra vez.
¿Duele el recuerdo?
Duele saber que fui un ratito y que hoy soy tu olvido.
El colectivo transita por la empedrada avenida Perón, son apenas las nueve y diez de la mañana y el trafico así lo demuestra, Buenos Aires esta despierta, todo el mundo parece ir en la misma dirección, por esta vía que es de solo una mano y se parece más a un embudo gigante que a una calle. El vehículo va casi completo de pasajeros, muchos de ellos van de pie, tratando de tomarse de cualquier lado con tal de no terminar en el piso. En el último asiento individual viaja Eduardo, flaco, alto, pelo ni corto ni largo, ahí, en esa medida que lo deja en el umbral de lo social y lo antisocial, y lentes para combatir el astigmatismo que le dan cierto aire de intelectual. Con apenas veinte años y con más dudas que certezas, se ha decidido a buscar empleo y a estudiar de noche. No es fácil, él lo sabe, no solo porque sus padres se lo hacen saber todo el tiempo, sino porque con encender la televisión y sintonizar el canal de las noticias alcanza. Argentina vive de crisis en crisis, la hi
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